jueves, 24 de febrero de 2011

LAS TRES GRANDES METAS DE LA VIDA

Introducción

El otro día estaba charlando con Duncan McHilliard, el CEO de la cadena Fox. Me preguntó por qué Cultura a la Vuelta había llegado a transformar de tal modo la vida de la gente, y yo le respondí que hay un error conceptual ahí. Una cosa es la televisión, otra cosa es Cultura. La gente deja de ver televisión para ver Cultura, y ya después deja de mirar para pasar a vivir. Cultura es un portal a una naturaleza superior, es un giro decisivo, un camino de ida. Después de eso me proposo que Negradas del Sur adquiriera Fox, pero le dije que no podíamos ensuciar nuestra imagen con un canal de televisión así de burdo. Nosotros no hacemos entretenimiento: hacemos Cultura.

Como tenía calor, le dije al piloto de mi charter privado que pasemos por Suecia antes de volver a Argentina, porque me faltó conocer la costa que da al atlántico la última vez que fui. Ahí fue que mirando los pinos, viendo la aurora boreal, los vikingos y el death metal, me di cuenta de que hay algo que se me está escapando de las manos. Entonces dije: "este año voy a hacer las cosas de otra forma". Reflexionando un poco más, me planteé los tres objetivos clave de la vida, hasta que llegué a consumarlo... pero no en su forma original: escribí en un árbol, tuve un libro y dejé plantado un hijo. Les voy a contar cómo llegué a eso en los últimos meses.

Capítulo I
Escribiendo un arbol

Un amigo me decía "Una cosa lleva a la otra..." pero la verdad que a mí una cosa... no me lleva a la otra. Por más que uno vaya con toda la onda, hay cosas que van más allá:
- ¡Hey! Mmmuaaa, ¿cómo estás?
- Indispuesta.
- Uh, buen...
- ANDATE.

Como las mujeres no resisten mis encantos (digo: no los soportan), en cierto punto es necesario retornar a la inocencia con que uno de niño jugaba a la mamá y el papá. Me fui a una plaza dispuesto a escribir en el banco el nombre de la primer mujer que se me ocurra, porque al fin y al cabo la vida se trata de cumplir objetivos. Así es que pensé "hoy el destino me tiene que hablar". Y lo hizo.

Pasó un flaco por al lado mío a la voz de "Máquina, ¿tenés hora?".

Si, mostro, son las nuevGRACIELA!!!

Y se llevó la billetera. Bueno, en medio de la puteada pensé "¡Graciela!". Y fui corriendo a un árbol, feliz y enamorado, a escribir su nombre. Tomé una piedra afilada, y tallé un corazón que contenía nuestros nombres, atravesado por la flecha de Cupido, bajo cuya égida sería nuestro amor cobijado. Justo después pasó un caco con un aerosol blanco y le chantó abajo "Y EL NEGRO JORGE". Se me rió en la cara mostrándome sus tres dientes (de los cuales uno era una muela ubicada justo al lado de una paleta), y se fue a jugar con un "choco". Pero bueno, el amor es así, se comparte. Como Cultura. Me puse una flor en la oreja, y salí cantando un bolero a todo trapo, decidido a conquistar el amor de mi vida.

Y así es como llegué al cyber:

- Hola, ¿cómo va, así que sos el chico nuevo?
- Si
- Bueno, te cuento que a mí me encanta ratonear plata, así que te voy a contratar en negro, por empezar. Está genial porque no tenés aportes, obra social, nada. Y en cualquier momento te puedo meter una patada en el tuje.
- Bueno, bueno.
- Un par de cositas. El aire acondicionado en realidad no lo prendas. Si la gente tiene calor, decíle que el aire está al palo, y ponéte una campera así piensan que hace frío, ¿estamos?
- Che, per...
- Vas a ver que las impresoras imprimen medio clarito. Es porque le echo agua a los cartuchos, así ahorramos más. Vos decíles que es "efecto acuarela" y sale como trompada. Las cobrás tres pesos, ¿tamos?
- ¿Y no será mej...
- El cartel lo tengo andando con velas. Todos los días fijáte que hay un tubito que recoge la cera que se va derritiendo. Después de hacer la caja agarrás todo lo que sobró y torneás las velas de nuevo. Si llega a faltar una te descuento quince dólares del sueldo.
- ...
- ¿Y ves todos los papelitos de chicle, los tickets que no se usan? Bueno, acá tenés un tacho.
- ¿Los tiro ahí?
- No. Agarrás cola, hacés un engrudo, y después la estirás bien finito en la terraza. Cuando se seca lo cortás en pedazos A4 y lo metés entre las hojas, así ahorramos resma.

Yo seguía escuchando cosas como "Si llueve juntá el agua y la ponés en la mochila del inodoro", pero en realidad mi mente estaba ocupada en una mujer que todavía no conocía: Graciela.

Empecé a atender, pero veía que Graciela no llegaba. "Cecilia", "Amatista", "Ponéme Damián Córdoba" y "Ya te dije que me llamo Roberto" eran las únicas respuestas que recibía. Hasta que en un momento las puertas del cyber se abrieron solas, entró una ráfaga de viento, luz y pétalos de rosa, un coro empezó a entonar un "Gloria" y entró. Era ella. Era Graciela.

Su piel era tan perfecta que los poros eran el único rasgo de humanidad que podía distinguir. Uno podía construir una barca para navegar en el mar de sus ojos de ópalo. Sus cabellos flotaban en el aire, como si estuvieran encantados por su misma belleza. Su sonrisa podría abrir el vientre de la tierra para redimir el mismísimo infierno. Caminaba en el aire, pues el suelo era indigno de sostenerla. Un grupo de ninfas cuidaban de su túnica de lino resplandeciente, y haciendo muecas de gracia jugaban alrededor suyo exaltando la imensidad de su frescura.

De pronto se oscureció todo; una sombra venía detrás suyo. Sentí que la tierra temblaba levemente, y una voz prufundísima y gutural se acercaba. Cierto hedor de testosterona comenzó a penetrar el local, y cuando ya era inminente su llegada, me encontré con una persona más grande de lo que pensé. Primero entró con no poco esfuerzo un brazo por la puerta, enorme, negro musculoso. Para terminar de meter su cuerpo tuvo que pechar tanto que rompió el marco de la puerta con los pectorales. Entraba agachado en el cyber. Estaba vestido con la piel de un grupo de osos salvajes, y tenía un collar con dientes que sólo podrían haber pertenecido a un dragón. En efecto, cada diente pertenecía a un dragón diferente que había derrotado con sus propias manos. Tenía los ojos rojos, porque los dioses lo habían consagrado un heraldo de la guerra. En la espalda llevaba clavado un puñal hacía años, que jamás había notado. En cada dedo llevaba un anillo, cada una con la calavera auténtica de un ser mitológico incrustada. Tenía una herida en el costado que jamás había cerrado y la usaba de bolsa para llevar sus objetos perosnales, y un lumbricario natural que se había formado en la mugre que llevaba debajo de las uñas.

Era el novio, claro, y en ese momento pensé que todo estaba perdido. Sin embargo, después de que ella tradujo una serie de rugidos como "Dame una cabina para llamar al infierno" (dicho sea de paso, no se cómo carajo hizo para entrar en la cabinita), Graciela me guiñó un ojo. Yo le guiñé un ojo. Ella me hizo una seña con el dedo. Yo le hice una señal con la mano. Ella me tiró un beso. Yo le grité "¡¡¡¡TOTOTOTOTOTOONAAAAAAAAAAAALLLLL!!!!!".

Falleció. El ogro se la metió en el bolsillo y se la llevó, luego de abrir a puñetes una abertura en la pared para salir.

Capítulo II
Teniendo un libro

Cuatro días antes de que todo eso suceda, yo estaba buscando departamento para mudarme. Duncan McHilliard me había recomendado "El Arte de la Guerra", pero le dije que no solo ya lo había leido, sino que estaba en un estadio espiritual superior. Estaba mirando Cultura. Sin embargo, eso me hizo figurarme la vida como un libro de "Elige tu propia aventura", y me di cuenta de que siempre, siempre se nos presentan oportunidades para elegir. Pasé a la página siguiente y llegué a la inmobiliaria.

Un señor llamado Bernabé Mustrofula me dijo que tenía tres departamentos: uno de categoría, uno muy barato, y uno "con sorpresa". Como yo no soy ningún boludo, y además soy un tipo muy caro, le dije de una que me mostrara el de categoría. Así que pasé a la página 14.

Después de un viaje en góndola por el Suquía, llegamos. En la entrada había un parque gigante, un verdadero jardín botánico, surcado por una reja imperial con enredaderas muy cuidadas. Lo atravesaba una galería abovedada sostenida por una hilera de columnas de mármol, y coronada por una parra exhuberante. Luego de atravesarlo, llegamos a la fachada del edificio que era blanca, imponente. De hecho no veía a dónde terminaba en ninguna de sus dimensiones, por más que mirase para todos lados. Tenía un portal gigante de dos hojas de bronce bruñido con siete placas incrustadas que contenían bajorrelieves de oro enmarcado en ébano de las siete musas greigas. Los goznes eran figuras de grifos que animaban el mecanismo implacablemente; sin embargo, apenas el tipo acercó su rostro a una de las musas, una voz pronunció su nombre en señal de aceptación, y las puertas se abrieron grácilmente, sin producir el mínimo ruido.

El primer ambiente era una galería de arte con originales de Rembrandt, Vermeer y Van Dyck, que servía de recepción para los invitados. El mobiliario era estilo Luis XV, y había un cuarteto de cuerdas tocando Haydn. Los músicos me sorprendieron por su habilidad interpretativa y profundo conocimiento musical, especialmente cuando con solo ver mi mirada engancharon la recapitulación del primer movimiento con "A la garcha, en Fa menor", de E José.

"Está muy lindo el monoambiente", dije. Pero Bernabé me respondió que ese era uno de los ambientes, que faltaba mucho por recorrer. Y ahí tragué saliva, porque me empecé a imaginar lo que podía llegar a costar.

El siguiente ambiente constaba de un comedor para 120 personas con un escenario en el fondo para espectáculos privados, una pista de baile y un bar. Le pregunté si había bolivianos trabajando, pero me dijo que no: el personal estaba constituido por Magisters en Protocolo y Etiqueta recibidos en la Universidad de Cambridge, y hablaban castellano, italiano, francés, alemán y khuzdul.

La cocina estaba a cargo de Mr. Laurent Boucherlieux, un cheff que por alguna razón pasó de la casa presidencial en Francia a un barrio de Córdoba. Tenía a cargo 34 cocineros que literalmente podían elaborar platos capaces de producir orgasmos. Y era verdad, porque había un ayudante de cocina medio descuidado que cayó con una terrible carpa en el guardapolvo. De más está decir que tuvieron que fusilarlo: la cocina francesa no admite ese tipo de descuidos.

La sala de estudios tenía una alfombra de tigre pelirrojo (existen solo cuatro ejemplares en el mundo), dos pianos de cola, seis computadoras con 18 núcleos cada una y monitores de 79 pulgadas en ultra-definición, una sala especial para pruebas en cuatro dimensiones topológicas (si, cuando tenés mucha plata podés ver en 4D), y todo esto dentro de una biblioteca circular de 47 anaqueles repletos de conocimiento. Conocimiento que no me hace falta, claro está, porque soy muy pero muy inteligente.

Después pasamos a un spa que tenía una piscina olímpica, un sauna, un gimnasio, y todo esto daba a una playa con lago privado que incluso tenía una fragata para recorrerlo. Entre los servicios había masajes, yoga, instructoras de natación, gimnasia y navegación, y encima podías pedirle a cualquiera que te tire la goma. Porque si.

Todo el edificio tenía aire acondicionado, calefacción, servicio de ropa blanca, cochera con chofer privado... En los pisos de arriba tenía una peluquería, un centro de conferencias, un casino, un estudio de grabación y un observatorio. En el ala oeste funcionaba un viñedo que producía unos vinos de primera marca, un campo de cuyos cultivos provenían los perfumes que aromaban el palacio, las haras donde cuidaban los caballos y un campo de golf. En el ala este había un cine, un estadio de futbol, un aeropuerto y un puerto que tenía un canal con salida al Pacífico. Le pregunté por qué no salieron para el Atlántico que quedaba más cerca y me dijo que no "Porque queda groncho".

Finalmente tuve que rechazar la oferta porque yo estoy en contra de la matanza de animales, y lo de la alfombra me resultó muy ofensivo. Pasé a la página 69, pero después de leer lo que había que hacer pasé derecho a la 72.

Me dijo que me iba a mostrar uno más económico. Pasamos por una villa y después por otra que se ve que era más jodida porque estaba adentro de la primera. Los pibes empezaban a tomar vino desde la mamadera, perdían la virginidad a los siete años y jugaban a hacer guerritas de jeringas con sida. En el medio de todo, me dice "¿Qué te parece?".

Era un arenero de 2x2. En una esquina, lo que parecía ser un zorete recién hecho, mal tapado. Lo miré medio desconcertado, y me dijo "...Es chico, pero tenés expensas bajas, es muy luminoso, corre el aire...". Apenas puse un pie adentro pisé algo que se movió. Desempolvé un poco y era un pedazo de camisa. Seguí desempolvando hasta que desenterré a un linyera. "Ah, disculpá que no te dije: es a compartir", me dice Bernabé. El linyera me dijo que se llamaba BUABBUUEERTOOOOO, que yo traducí como Alberto, pero él después de putearme me mostró el documento. Se llamaba BUABBUUEERTOOOOO, con todas las letras en mayúscula, sin apellido. Después vomitó ahí adentro, modeló una covacha con la arena húmeda y se mandó a descansar. Me llamó la atención que antes de dormir se puso la botella en la boca con una buena pendiente, cosa de seguir chupando incluso dormido.

Finalmente le dije que me mostrara el departamento "Con sorpresa", que vendría a ser abrir el libro en cualquier parte. Llegamos a un depto muy lindo, bien ubicado, medio caro pero nada imposible, y cuando le pregunté por la sorpresa me dijo "¡¡¡GRACIELAAA!!!". Y así fue como me robaron la billetera por segunda vez. Pero bueno, ya estaba ahí, así que decidí quedarme a verlo, y alquilarlo oportunamente.

Entonces volví a la meditación filosófica y me di cuenta de que mi libro tiene páginas repetidas. Decidí un número arbitrariamente -el setenta y nueve-, y empecé una historia fabulosa, una vez más.

Capítulo III
Dejando plantado un hijo

Por ese entonces me encontraba pensando en la miseria que me pagan en el trabajo, cuando recibí un llamado misterioso.

- Hola, ¿con Jonatan Juchhh... Juuu...
- Si, Jonatan Juchimiuk Jaworski, ja, ja.
- Ah, gracias, si.
- ¿Fuiste al colegio vos? Ahí te enseñan a leer... Mogólica.
- ...Jonatan, te cuento que quedaste seleccionado para trabajar en Hewlett Packard.
- Barrrrrrrrrrrbaro.
- Te esperamos en (dirección que obviamente no me acuerdo).

Así que ahí fui yo. Bueno, técnicamente no. Llegué a una fábrica muy grande que en lugar de Hewlett Packard decía FIAT. Me pareció raro, pero entré a preguntar, porque de última alguien me podía ubicar mejor.

Nunca tan lejos. Un tipo me dio un par de guantes y me hizo pasar a un taller con todo un montón de artefactos extraños. Las máquinas hacían un ruido tremendo, había gente corriendo para todos lados, y en un momento me pusieron al frente de algo que parecía ser un motor. Me condujeron hasta un pañol lleno de herramientas preguntarme qué iba a necesitar para operarlo. En ese momento apelé a mis seis años de formación técnica, y resolví que evidentemente lo mejor era un martillo bien grande. El jefe me hizo una señal de aprobación, y yo le dije "Ponéme la segunda sinfonía de Prokófiev y te armo una nave para ir hasta Marte si querés". El tipo se palpó los bolsillos hasta que encontró el cd, puso el disco y empezó a sonar por toda la fábrica. Me arranqué la remera, me la puse de vincha, y salí corriendo al grito de TONAAAAAAAALLL hacia el enemigo blandiendo mi arma contundente. Empecé a golpear ese motor con tanta furia que mis compañeros se empezaron a asomar para ver que pasaba. Saltaban chispas y pedazos de metal para todos lados, se empezaron a prender fuego las cosas, y todos empezaron a gritar ¡¡¡TO-NAL, TO-NAL!!! mientras rompían lo que tenían al paso.

En eso me llaman al celular, atiendo y escucho la voz de la chica de HP.

- ¿Jonatan?¿A dónde estás?
- ...En.... FIAT.
- ¿¡Qué!?¿Qué estás haciendo?
- Un..... ¿auto?....

Y me colgó. A todo esto el clima se había puesto bastante hostil, así que cuando me di vuelta una viga que venía volando me abrió el marulo y caí inconsciente.

Me desperté en un hospital. Unos médicos estaban hablando acerca de hacerme una operación medio rara a donde me tenían que meter no se qué por no se donde, cosa que me asustó bastante, así que disimuladamente comencé a escaparme. Justo cuando se dieron cuenta de que me había ido me escabullí hasta una sala de partos. Había una mujer bastante fea acostada, con un bebé muy lindo. Para disimular me acercé, y empecé a acariciarlo, mirando para todos lados, cuidando que no me descubrieran. "¿Te gusta?" me preguntó con voz rara. "Si, es precioso", le respondí. Me lo dio para alzar en brazos, y apenas lo tuve escuché "¡¡¡GRACIELA!!!". La mujer se levantó de golpe de la camilla, se sacó la túnica y salió corriendo a los gritos. Era un travesti ya ataviado como para salir a ejercer. Sin preocuparse demasiado se tiró por la ventana, cayó de un segundo piso y se fue corriendo a buscar clientes.

Estaba por putear cuando me fijé bien en el nene... y descubrí una de las criaturas más tiernas que me podría haber cruzado por la vida. El bebé sonrió, abrió los ojos bien grandes, hizo una mueca como tratando de decir algo, hasta que soltó su primer palabra: "TONAL". En ese momento empecé a llorar desconsoladamente, lo abracé, lo besé y hasta me tomé el atrevimiento de desconectar un viejo para usar el Paint, así lo pueden ver:



Apenas terminé, entraron los médicos a toda prisa. No me quedaba otra: debía huir. Pero estaba el bebé. Y los médicos. Y el bebé. Y los médicos. Y el bebé. Y el revolver. Y me alcé a la goma.

Postludio

Pensaba unos días después que si todo hubiera salido bien, en este momento tendría una esposa, una casa y un hijo. Pero uno va peteando en el camino, y mientras van pasando las páginas del libro de la vida reflexiona acerca del destino. Del infinito. Y cuando toma conciencia, cuando la mente llega a comprender el caos del universo y entiende la forma en que deviene en un orden superior, ahí se da el cambio de pespectiva que retorna a las fuentes de la existencia misma. Y en ese momento sucede algo increíble. Hacemos Cultura.

La Vieja

miércoles, 9 de febrero de 2011

Raro

10 de febrero de algún año desconocido.

Estoy en un lugar que no conozco, rodeado de cosas que el mundo no sabe que existen. Es difícil explicar todo esto, tan difícil como cuando querés entender que está pensando una vaca cuando te mira con esos ojos huecos y esa expresión carente de inteligencia.

No se si tener miedo o ir a divertirme con esos humanoides de 6 patas, ojos redondos y saltones, piel suelta y caída, peinado a lo Manuel Belgrano y huecos en el lugar donde deberían ir los brazos. No entiendo bien que están haciendo, pero son un grupo de como 94 cosos, todos vestidos con cancanes elastizados verde fucsia y chancletas talle 48 celestes, saltando en círculos y cantando en un idioma que no entiendo bien, estos dicen algo así: "¡Soooooo devele avoarsenal telavamo apone toda conosinforro tevamoaentrar!¡dameuna signodepregunta dameuna Y dameuna V dameuna O dameuna N dameuna O dameuna otrosignodepregunta ¿queseformó? "¿Y VO NO? ¿Y VO NO?".

Luego de unos 17 minutos pude observar que no presentan actitudes hostiles hacia mí, así que le reventé un toscazo en la nuca a uno para ver que onda. Este cayo al suelo al instante que mi piedra le hacia desaparecer la mitad de la nuca y empezó a despedir un gas violeta por el hueco que le construí, el cual parecía tener sabor frutilla. Los amigos de mi victima lo miraron y en vez de atacarme, como yo espera porque soy re áspero y me los puedo a todos juntos, se les abrió un agujero en el estómago por donde les empezó a salir algo con forma a desodorante a bolita olor a brisas del mar, que se estiró y se poso sobre el fiambre fresco. Estas cosas empezaron a emitir una luz amarilla con pintitas roja, algo así como japonés con viruela, y la fractura de mate del bicho sanó. Tres de los cosos se acercaron lo ayudaron a levantase, poniéndole las patas en los huecos que tiene en el lugar donde debería haber brazos. Todos se miran y emiten un ruido muy extraño, algo así como "jajajajaja" y siguen bailando como si nada.

Ahora sí tenía miedo, temblaba como una golondrina volando con viento en contra, como una llama de fuego abatida por el viento, como un pibe electrocutándose, pero igual me acerqué. Me saqué las zapatillas, para que no piensen que me quería hacer el que tenía plata mientras ellos o ellas andaban descalzos y empecé a mostrar mis pasos de tap y cumbia que aprendí una tarde en un viaje camino a Londres Catamarca. Los cosos se dieron vuelta y quedaron anonadados, todos empezaron a aplaudir con las patas y a producir ese ruido raro, con el cual decían algo como "parenalboludoese, saquenlelos caguenléelpecho haciendoesepapelon". Estaba muy nervioso, así que seguí bailando a todo lo que podía, creía que era la única forma que me aceptaran y no me tomen de esclavo haciéndome laburar en un puesto de panchos durante toda mi vida. Exhibí mis deslumbrantes pasos durante unas 9 o 10 horitas, pero en todo ese tiempo no hicieron mas que escupirme y tirarme harina leudante sobre el moco que quedaba pegado sobre mi cuerpo, así que paré de bailar, me sentía cansado y sin fuerza, ya no sabia si los iba a poder matar a trompadas a todos juntos si se me hacían los locos, el engrudo pegado a mi cuerpo impedía demostrar la destreza que tengo al aplicar mi kung fu. Me quedé parado mirando fijamente a cada uno de ellos, intentado desmembrarlos con la mente como me enseñó el Dr. Manhatan, pero todo era inútil, así que decidí aplicar mi técnica final, hacerme el muerto y con toda mi actuación caí al piso, pero un calculó errado me llevó a una piedra en forma de de esmalte para uñas y me pegé un frentazo tal que perdí el conocimiento.

Todavía me pregunto que fue todo eso, pero de lo único que estoy seguro es que la pelota de hambol color roja que tengo en la frente no es un grano, si no que es el recuerdo mas fiel de este extraño lugar, además de que me chorearon las zapatillas y ahora tengo que ponerme unas bolsas en los pies para no mojarme cuando llueve.

El titan


Pd: No es lo mismo papa que pápa, al menos que el papa sea tu padre.